DESTINOS, RUTAS Y GUÍAS DE VIAJE PARA TROTAMUNDOS

Nuestro personal decálogo de viajeros responsables

Ahora que parece estar de moda hablar de turismo responsable y turismo sostenible, queremos aportar nuestra personal visión sobre este tema tan controvertido y contarte qué hacemos nosotros durante nuestros viajes para ser lo más responsables posible con el entorno, las personas y los animales. Vamos con nuestro decálogo de viajeros responsables.

1. Respetar las costumbres locales

En primer lugar, puntualizar que para ser un viajero responsable también hay que ser una persona comprometida en tu vida diaria. De nada sirve que apliquemos un estricto protocolo durante unos días al año en que estamos viajando, si no lo llevamos a cabo en nuestra casa.

Si hay algo que nos grabamos a fuego antes de salir de viaje es la palabra respeto. No debemos olvidar que dejamos nuestro mundo conocido por unos días para visitar otro, sea cerca o lejos, y que posiblemente vamos a encontrarnos con costumbres, lenguas, gastronomía, gente, religiones, etc., radicalmente distintas a las nuestras.

Nuestra máxima es: cuando viajamos no somos más que invitados temporales viviendo en la casa de otras personas. Como lo tenemos bastante claro tratamos de acatar al máximo las normas de cada país, y si no nos gustan o no somos capaces de asumirlas, mejor vamos a otro.

Fieles en Entoto, Addis Abeba

Para lograrlo hacemos una investigación previa y nos informamos a fondo sobre las costumbres y normas sociales del lugar que vamos a visitar: si hay que vestir de una determinada manera, si hay que cubrirse para entrar a los templos, a qué hora son las horas de culto para evitar hacer las visitas de edificios religiosos en ellas, qué normas de cortesía son las más adecuadas, qué tipo de comportamientos debemos evitar para no ofender a otras personas…

También es importante dejar claro a los más pequeños de la familia que en el país al que nos dirigimos la gente tiene un aspecto diferente, visten distinto a nosotros, comen otros platos o hablan otra lengua que no comprendemos y que hay que respetar esas diferencias, aprender de ellas.

Con el trabajo hecho, es mucho más fácil que nuestro contacto con un país distinto al nuestro tenga todas las garantías para que la experiencia sea un éxito.


2. Conocer la historia y la realidad del destino

Hablamos en el punto anterior de recabar información sobre el destino, y aquí incluimos también datos o acontecimientos históricos relevantes que nos ayuden a entender mejor a qué tipo de destino nos dirigimos, qué proceso histórico ha tenido que digerir, qué situación económica, política y social nos vamos a encontrar.

A menudo escucho opiniones sobre lo sucios que están algunos países en vías de desarrollo sin tener en cuenta que muchos de ellos no tienen gestión de residuos ni una política de concienciación social y que la realidad sobre el problema de la contaminación, los plásticos, etc, no llega a la mayoría de la población.

Esto me resulta muy paradójico, ya que cuando los turistas cogemos un avión nuestra huella de carbono se dispara, y la que generamos a diario en nuestro tan avanzado mundo con actividades como ducharnos, cocinar, usar el coche para desplazarnos, (dejando aparte las ondas generadas por todos los aparatos electrónicos que utilizamos y el proceso de fabricación de miles de productos como ropa, vehículos, producción de carnes…) es muy superior a la que se produce en otros muchos países que criticamos.

Castillo de Fasilades, Gondar

También suelo escuchar lo insistentes que son los vendedores de algunos países, de nuevo empobrecidos, con los turistas occidentales, generalmente blancos.

Seguramente lo son, pero antes de juzgar por qué motivo nos persiguen para intentar colocarnos todo tipo de productos y a precios más que inflados, pensemos en nuestro privilegio blanco y en cómo el color de piel y el estatus de turista son dos tarjetas de presentación que nos acompañan allá donde vayamos.

Esa misma tarjeta de presentación, el color de piel,  influye injustamente en el modo en que se trata a muchas personas que vienen a nuestro país como inmigrantes. Para reflexionar, ¿verdad?

Pensemos que hoy en día, cuando es perfectamente accesible ir a cualquier parte del mundo, quien viaja por placer, bien en modo aventura o expedición, bien por libre o en un circuito programado, es porque tiene dinero, simplemente.

Para ellos somos privilegiados que podemos permitirnos viajar a países considerados exóticos mientras ellos se ganan la vida a duras penas, a veces en condiciones infrahumanas.

Muchas de estas personas harán un sólo viaje en su vida, una verdadera odisea y no precisamente en avión, si no en patera.

Nada comparable a nuestras supuestas aventuras de pacotilla, en la que nos acompañan nuestra fiel cámara réflex, el portátil de «nómada digital», el mejor dron del mercado, nuestro móvil de última generación para estar permanentemente conectados y publicar al instante todos nuestros pasos, un buen seguro de viaje y varias tarjetas de crédito: ¿aventura? 

Resumiendo: el viajero tiene dinero y ellos no. ¿Significa esto dejar que nos persigan y nos timen? No, pero se puede practicar la empatía: decir un no tajante con una sonrisa o no regatear hasta el infinito por 20 céntimos de euro, podrían ser dos ejemplos que podemos poner en práctica para llegar a un término medio sin sentirnos estafados.


3. No fotografiar personas

Es bastante incoherente que una sociedad en la que se incide tanto en los derechos de imagen y el derecho a la privacidad produzca tantos turistas que no aplican el mismo baremo en los países que visitan y que van por el mundo fotografiando personas a destajo y exponiendo sus fotos en redes sociales sin ningún pudor.

Esto es especialmente sangrante en el caso de los menores: viajeros que muestran a sus hijos de espaldas en las fotos aludiendo a su privacidad, pero no les tiembla el pulso a la hora de publicar fotos de niños ajenos sólo porque tienen un color de piel diferente o les parece que su pobreza lo justifica.

Si en algún momento, bien porque nos apetece tener una foto de recuerdo o porque nos gusta la fotografía de retratos, hacemos fotos de otras personas, lo normal es pedir permiso para publicarlas o simplemente no hacerlo, que sería lo más correcto. Hablamos por experiencia, porque alguna vez hemos cometido este tipo de errores y nos avergonzamos de ello.

Otra opción es fotografiar personas de lejos, formando parte de una escena interesante pero sin que sean fácilmente reconocibles, es decir, sin que su cara aparezca en primer plano en la fotografía.

Hay que ser conscientes de que en muchos países que visitamos, muchas personas no saben lo que son las redes sociales o la privacidad, porque quizá viven en la calle y nunca han tenido derecho a ella. Eso no significa que les neguemos su dignidad.

Lo lógico y coherente, si sabemos que la persona objeto de nuestra foto ignora el impacto que supone exponer su imagen, sería no publicar esas fotos. Respeto, simplemente.

Fotografiar personas, siempre en segundo plano

Varios viajes a determinados países de África y nuestra experiencia personal viviendo en países africanos nos confirma que, por desgracia, este tipo de comportamientos racistas y clasistas suelen llevarse a cabo cuando se viaja a países empobrecidos (de nuevo el privilegio blanco) donde se genera una relación de superioridad económica respecto a la otra persona que la sitúa en una posición incómoda.

Este tipo de fotos las vemos habitualmente en redes, pero la realidad es que nadie tiene el valor de sacarse fotos en un país nórdico con un grupo de niños sin permiso de sus padres, o en Suiza o Alemania, por poner varios ejemplos. Además esos niños tampoco les parecen lo suficientemente exóticos.

Lo de pagar por fotografiar personas es otro tema que creemos que está en el límite de lo ético y en nuestro caso no lo contemplamos. No nos gusta el turismo de etnias en el que se negocia para fotografiar personas a cambio de dinero, como el caso de los masai en Kenia o las mujeres jirafa en Tailandia.

En este último caso, además, estamos contribuyendo a perpetuar una costumbre muy dañina para la salud de las mujeres que con las nuevas generaciones se estaba extinguiendo y que por causa del turismo ha resurgido de nuevo y se sigue practicando.

Por otro lado, creemos que un tema aparte es el de los artistas callejeros. En este caso tan concreto una foto y una mención puede ayudar a difundir su arte y además pensamos que es obligado pagar por escucharles o sacarles una foto, ya que están trabajando o realizando una labor social de animación.

No hay nada que nos moleste más que ver cómo muchas personas fotografían y graban vídeos a artistas de la calle sin soltar ni un euro/dólar/libra etc para contribuir a su música. Otro acto deleznable.


4. Respetar a los animales 

Somos de los que pensamos que los animales también tienen derechos y no necesitan que el ser humano les reconozca esos derechos, si no que éstos son inherentes a ellos por su condición de seres vivos.

Uno de esos derechos es el de vivir en su hábitat de origen y en total libertad, no ser recluidos, utilizados con fines turísticos y comerciales o maltratados.

Para nosotros es muy importante respetar estas premisas, por este motivo nunca visitamos zoos, acuarios ni contribuimos al uso, explotación o reclusión de animales en cualquiera de sus manifestaciones.

Amamos a los animales, y precisamente por eso intentamos verlos en libertad, en su hábitat natural, y no en zoos, acuarios, supuestas granjas «educativas» o pseudoparques naturales que se venden como santuarios que protegen especies en extinción.

Simplemente son negocios que utilizan a los animales para generar un beneficio económico. No hay más.

Gatos callejeros en Cavtat, Croacia

¿De qué manera podemos contribuir como viajeros para no alimentar estos negocios?

Es muy fácil. Cuando veas cualquier actividad relacionada con animales investiga a fondo, visita la web de FAADA o pídeles referencias.

Plantéate si realmente te parece ético montar en elefante, darles de comer o bañarte con ellos en países como Tailandia y qué es lo que está provocando en los animales ese tipo de interacción diaria con las personas (bajo suculentos pagos, claro está).

Nosotros hemos investigado mucho sobre este tema concreto y ninguno de los centros que hay en Tailandia donde se pueden ver elefantes nos ofrece la más mínima confianza, ni siquiera los recomendados por FAADA.

Sin embargo, hemos descubierto que en Tailandia y otros países de Asia, todavía se pueden avistar elefantes en libertad. Cuesta un poco más llegar a los auténticos parques naturales, pero sabes a ciencia cierta que tu impacto no es comparable al que se lleva a cabo en esos supuestos santuarios de elefantes.

Sucede algo parecido con los camellos, burros y caballos, así que evita ir a lugares como el Echadero de los Camellos en Lanzarote, donde estos animales están realmente explotados y maltratados, al igual que en Marruecos o Egipto.

O subir en burro en Grecia o en Petra, donde la situación de estos animales es sangrante. Niégate a montar en cualquier animal utilizado como atracción turística, como los caballos que arrastran calesas en muchas ciudades como Praga o Sevilla.

Pregúntate si eres capaz de soportar la mirada triste de un gorila, el animal genéticamente más parecido al humano, encerrado para siempre en Loro Parque, Tenerife, o la supuesta sonrisa, que no es tal si no su gesto natural, de los delfines en los espectáculos acuáticos de Riviera Maya.

Piensa si quieres enseñar a tus hijos el respeto y amor a los animales avistándolos en libertad o por el contrario, privados de sus derechos más fundamentales.

Hasta el siglo pasado existían zoos de personas, donde se exhibían a niños y adultos negros como si fueran animales exóticos. Si hoy en día esto te parece escandaloso, dentro de poco, cuando al fin se prohíba el uso y reclusión de animales para su exhibición, estas prácticas te parecerán casi igual de indignantes.

Viendo focas en libertad en Plockton, Escocia

¿Y las fotos con animales? 

Descarta de inmediato cualquier foto con un animal utilizado como reclamo para el turismo. No seas crédulo: hace años que los pueblos nubios de Egipto ya no conviven con cocodrilos como mascotas, no es más que una pantomima para atraer turistas.

¿De verdad vas a entrar en el timo de hacerte la foto con un animal que vive en un cubículo minúsculo con las mandíbulas atadas? Por increíble que parezca, mucha gente cae en la trampa y busca sus particulares excusas para justificarlo.

Los monos atados con cadenas y las serpientes cobra a las que se les han extirpado los dientes en Marrakech; los tigres drogados y mutilados en el Tiger Kingdom tailandés y similares; las aves rapaces expuestas en muchos hoteles o ferias para que el turista se lleve su foto, los circos con animales…son otras actividades que debemos condenar.

Tampoco hay que dar comida a los animales que te encuentres en tu camino. Muchos turistas utilizan la comida como cebo para atraer a los monos en Tailandia, por poner un ejemplo, y poder fotografiarse con ellos. Estas prácticas provocan que muchos animales pierdan la capacidad de buscar alimento por sí mismos y además se vuelvan agresivos con las personas con tal de obtener su ansiada recompensa.

Infórmate bien, analiza cada actividad en la que intervenga la interacción con animales, su exhibición, explotación o maltrato en cualquiera de sus facetas. Si no quieres contribuir a ese turbio negocio, reflexiona y actúa en conciencia.


5. No hacer donaciones innecesarias

Son muchos los turistas que, cuando viajan a países en vías de desarrollo, se plantean llevar cosas materiales para «ayudar» a la población local. Pues bien, a veces este buenismo mal entendido conlleva consecuencias gravísimas que tú, turista solidario, con tu loable intención, no puedes ni imaginar.

Repartir ropa por la calle o donarla

Este es un acto de supuesta caridad que no hace más que humillar a las personas receptoras de esas donaciones, además de perjudicar al comercio textil local. Es el caso de Malí, un país de gran tradición textil y artesanaL, que produce sus propias telas tradicionales.

Muchos jóvenes malienses se plantean dejar el negocio textil al que su familia se ha dedicado durante generaciones debido a las ingentes donaciones de ropa procedentes de los llamados países desarrollados. A partir de estos donativos se montan mercados de ropa que ya están desbancando a los puestos de prenda tradicionales.

Es una pena pasear por Bamako, por ejemplo y ver a niños y jóvenes vestidos con camisetas de propaganda o de equipos de fútbol europeos que no son más que donaciones nuestras. Sí, regalamos textiles a países donde se producen: el colmo del absurdo y la injerencia. Es mejor y mucho más responsable no llevar nada, ¿no crees?

Yo en el Mercado de Artesanos de Bamako, Mali

Donar medicamentos

No podemos ni imaginar la irresponsabilidad que supone donar de forma particular cualquier tipo de medicamentos a otros países. En primer lugar está el problema del idioma de los prospectos.

¿Te has parado a pensar que ese paquete que contiene un inocente ácido acetil salicílico puede resultar mortal si no se administra la dosis correspondiente? ¿Cómo puede saber una persona que no conoce el idioma del prospecto (o que simplemente no sabe leer) qué dosis debe tomar de cualquier medicamento?

Además, este tipo de donaciones acaban en el mercado negro, en plena calle, donde el vendedor, sin ningún tipo de conocimiento médico ni sanitario, le adjudica a cada frasco el uso que el cliente necesite en ese instante, tan sólo por interés comercial.

Otras donaciones

Donar pañales desechables es totalmente irresponsable, ya que en muchos países no disponen de gestión de residuos, por lo que acaban tirados en plena calle, en acequias o pequeñas cunetas.

Donar leche artificial sin que esté prescrito por un médico está acabando en muchos países con la lactancia materna, única fuente de protección natural de los bebés, y también provoca la proliferación de algunas enfermedades mortales porque el agua que usan para preparar los biberones está, con frecuencia, contaminada.

Si no quieres cometer estos errores, pero con tu buena intención deseas hacer algo por el entorno que visitas, plantéate hacer una colaboración puntual con alguna ONG local de confianza, o simplemente, no donar nada, que es una opción mucho más responsable que regalar cosas sin sentido.

Allá donde vayas, piensa que tú no eres tan importante como para resolver la situación de un país en los escasos días que pasas por él. Es mucho mejor que no lleves a otros lo que a tí te sobra. Te aseguro que seguirán viviendo sin tus camisetas de propaganda o tus lápices de colores.

Es mucho más productivo para todos la sana interacción con la gente sin regalos por medio. Y es más que posible, pero a veces somos los viajeros quienes provocamos lo contrario con nuestros prejuicios.


6. No dar dinero a los niños

Si hay algo a lo que debemos negarnos de forma tajante es a fomentar la mendicidad infantil y, por muy duro que nos resulte, nunca debemos dar dinero, ropa o comprar cualquier producto a los niños.

En muchos países, son los propios padres los que envían a sus hijos desde muy pequeños a pedir dinero a los turistas o a venderles piezas de artesanía, pero si caemos en la trampa no estamos más que contribuyendo a que esos niños sigan en las calles y no vayan nunca a la escuela.

Niño cuidando el ganado, Etiopía

En algunos países africanos, asiáticos y europeos, aunque nos parezca mentira, hay mafias que utilizan a niños huérfanos o desprotegidos para que ejerzan la mendicidad, incluso llegan a mutilarlos para que el turista sienta más pena y suelte unas monedas. Es cruel, ¿verdad?

La solución a la pobreza y la mendicidad pasa por que las mafias dejen de hacer negocio con los niños y para hacer  nuestra pequeña contribución debemos tener clara una cosa: no debemos dar dinero, en realidad no debemos dar absolutamente nada, a los niños.

Una imagen típica del salvador blanco es la del turista llegando en su todo terreno a una humilde aldea aislada, rodeado de niños, repartiendo lápices, cuadernillos, gorras o caramelos a los menores y creyendo que con eso los va a hacer felices por un momento. No sólo no van a ser más felices, si no todo lo contrario: a veces creamos necesidades en algunos pueblos que antes no tenían.

Practica un poco de empatía e imagina a tu propio hijo siendo objeto de la caridad mal entendida de unos turistas soberbios, revisa tu concepto de dignidad y ¡no lo hagas!


7. Contribuir a la economía local

Una cosa que me encanta hacer en cada lugar al que vamos es visitar los mercados locales, en especial los tradicionales de frutas, verduras, hortalizas…

Creo que son lugares generalmente muy auténticos, donde se puede ver el día a día de la gente local e interactuar con ellos sin que haya ningún interés por medio.

Comprando en este tipo de mercados, probando la comida local en puestos callejeros o incluso comiendo en restaurantes de platos tradicionales del país contribuimos a mantener el pequeño comercio local y que, a la vez, el turismo sostenga, en cierta medida, la gastronomía típica de cada lugar y no acaben modificándose en función de lo que el turista demanda.

Tienda tradicional con productos locales. Oporto

No hay nada más triste que pedir un desayuno continental en Escocia y renunciar al típico escocés (sí, reconocemos haberlo hecho); o comer en un McDonald´s en Italia, por poner un par de ejemplos.


8. Elegir bien tu alojamiento

Otra forma de ayudar a mejorar la economía del país que visitas es alojarse en establecimientos gestionados por locales y renunciar a grandes cadenas hoteleras.

No siempre es posible, y me dirás que en esos grandes hoteles también trabaja gente. Cierto, pero pertenecen a grandes fortunas internacionales que están copando el sector turismo en determinadas zonas, como Riviera Maya, y hundiendo los negocios locales.

Hay un añadido que nos molesta especialmente en este tema concreto y es la privatización de las playas de los hoteles para el uso exclusivo de los turistas. ¿Qué te parecería no poder disfrutar en tu propia tierra de tus playas y espacios naturales porque éstos están reservados sólo para los turistas?

A mí me parecería indignante y escandaloso, me generaría un sentimiento de auténtico recelo con el turista. Pues eso es precisamente lo que sucede en zonas como Riviera Maya, República Dominicana y Cuba, entre otras muchas.

Por último, revisa bien con qué plataformas reservas tus alojamientos

Ojo con sitios como Airbnb, utilízalo de forma responsable. El alquiler de pisos turísticos en muchas ciudades ha contribuido a la temida gentrificación, provocando que muchos de sus habitantes hayan tenido que abandonar sus barrios de siempre por los elevados precios de los alquileres que han hecho subir también los precios en los negocios de la zona.


9. Reducir los residuos que generas

Si reducir residuos, plásticos en especial, ya es rutina obligada en nuestra vida diaria, hacerlo mientras viajamos debe convertirse en nuestra nueva religión a practicar. Si sales al campo o a la playa no tires restos de comida, recipientes o colillas, y si puedes dejar el entorno más limpio que cuando llegaste, mucho mejor.

Reduce también el consumo de agua, especialmente si viajas a islas, donde suele estar más restringido, usa la ducha y la lavadora con prudencia; hazte con una botella eco que puedes rellenar y llevar a todas partes y cuando consumas bebidas rechaza los vasos de plástico y las pajitas.

Limita también el consumo eléctrico y si puedes, utiliza todo lo posible el transporte público.

Plásticos en playas y mares

Cuando vayas a la compra evita los productos envasados y echa mano de los mercados locales que mencionamos antes, a los que puedes llevar tu propia bolsa y comprar sin envases. Pasa de largo por los típicos Seven Eleven, donde desde una ensalada hasta una simple fruta se vende plastificada.

En definitiva, pon tu granito de arena y no decaigas ante posibles errores. Recuerda siempre que «Muchas personas haciendo algo de forma imperfecta consiguen mucho más que unas pocas obrando a la perfección»


10. Respetar el patrimonio

Seguro que más de una vez te has encontrado con un grafiti en algún monumento o con la firma de alguien en las paredes de un templo.

Con gente que transita por zonas reservadas de algún parque, playa o incluso cementerio. Que escalan a zonas prohibidas por riesgo de deterioro del lugar simplemente por conseguir una determinada foto; que se salen de los senderos habilitados en una ruta y acaban pisando en zona de anidación de aves o tortugas.

Es más que obvio que hay que cuidar nuestro patrimonio monumental, artístico, cultural y natural para conservarlo en buen estado y seguir disfrutándolo durante muchos años.

Pero hay quien todavía no lo entiende y por dejadez, falta de empatía con el entorno y poco sentido común (o simplemente porque todo les da igual) lo ponen en riesgo. No dudes en afear su conducta y, en caso necesario, en denunciar los hechos. Es nuestra obligación proteger entre todos nuestro patrimonio.


Un plus. Difundir nuestra experiencia

Algo de lo que a veces nos olvidamos y que parece no guardar relación con el turismo responsable es difundir, a nuestro regreso, la experiencia que hemos vivido. Somos partidarios de hablar de nuestro viaje con sus aspectos positivos y negativos, siempre con el máximo respeto posible, pero sin muchos pelos en la lengua.

En este apartado hay que discernir las anécdotas aisladas con personas que nos pueden suceder en cualquier lugar del mundo, de la percepción general que nos hayamos llevado de un destino.

Un país no es cuna de ladrones porque un individuo te haya robado la cartera, pero sí es cierto que el carácter de las personas en algunos países, marcado por unas costumbres muy diferentes a las nuestras, puede hacer que nos llevemos una determinada impresión de un lugar, no siempre positiva.

Lo mejor es poner la experiencia en barbecho unos días y después intentar relativizar, relativizar y relativizar. No partas de una posición de superioridad o egocentrismo: tu país no siempre es mejor, sólo es diferente.

Tus costumbres, tu religión, tu forma de vida quizá es la mejor para tí, pero no para millones de personas que viven su vida de otra manera distinta a la tuya.

Por último, añadir que estamos adscritos al Manifiesto del Viajero Responsable que pretende concienciar a los viajeros sobre la importancia de cuidar ciertos aspectos del viaje, como el trato respetuoso a personas y animales, a la cultura local y al medio ambiente.

«Este Manifiesto es un documento que cualquier viajero puede utilizar a modo de examen personal, tanto antes de emprender un nuevo viaje como después del mismo, para detectar en qué puede mejorar»

Muchos de los puntos tratados en este artículo los teníamos grabados en nuestro cerebro de serie, pero otros los hemos aprendido con la experiencia a base de ensayo-error.

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Este decálogo puede parecer un poco pretencioso, algo extenso y posiblemente nos sitúa en una posición delicada frente a nuestros lectores, pero pensamos que en temas como estos hay que mojarse y poner de nuestra parte para intentar hacer de este mundo nuestro un lugar mejor.


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Escritora de viajes, apasionada de la naturaleza y el arte, allá donde voy me acompañan mi cuaderno y mi cámara de fotos. Te cuento mis viajes por libre para animarte a organizar los tuyos. ¡Y muchos planes por Galicia!

6 Comments

  • Carlos Fdez

    Te acabo de descubrir gracias a instagram por un amigo que compartió esta publicación. El post es un grato soplo de aire fresco en el mundo blogger en el que se vive mucho de la apariencia,sigue así y no pierdas nunca tus principios.

    • 1mundoinfinito

      ¡Muchas gracias por tu comentario y por leer lo que escribimos, Carlos!
      Me hacen infinita ilusión este tipo de comentarios que valoran nuestra línea de trabajo.

      Un abrazo fuerte.

  • Sara

    Hola,acabo de conocer tu blog por Instagram,tengo un perfil de familia viajera bastante concienciada con el turismo responsable,poco a poco vamos aprendiendo y mejorando.
    El vuestro me parece el mejor artículo sobre turismo responsable que he leído en mucho tiempo porque abarca no sólo medio ambiente, naturaleza y animales si no también el trato a las personas que se le olvida a la mayoría cuando viajan como si hubiera personas de primera y de segunda categoría.
    Muchas gracias por aportar tanta luz en temas como estos
    Sara & family

    • 1mundoinfinito

      ¡Hola Sara y familia!

      Por comentarios como este merece la pena todo el trabajo que conlleva mantener un blog.

      Sólo intentamos plasmar nuestro aprendizaje sobre responsabilidad en todos los ámbitos de la vida, y el respeto a las personas es fundamental, sea cual sea su origen, el volumen de su billetera o su color de piel.

      Ser una familia multiétnica en la que cada uno de sus miembros es tan diferente al otro también nos hace desarrollar un radar muy fino y detectar miles de matices con este tipo de temas que otras personas ni siquiera se plantean.

      Ojalá pudiéramos difundir más este artículo, pero eso ya está en manos de nuestros lectores.

      Gracias de nuevo y un ¡grandísimo abrazo!

  • Sara

    Me parece un decálogo magnífico,lástima que no tenga mucha difusión porque más de un viajero que conozco debería leerlo.Hay prácticas que son vergonzosas.

    Saludos!!

    • 1mundoinfinito

      ¡Muchas gracias por tu comentario Sara!

      La verdad es que a mí me siguen sorprendiendo algunas cosas, pero poco a poco esperemos que todos nos vayamos concienciando de que tenemos que cuidar nuestro planeta, a los animales que nos rodean y respetar otros lugares y culturas.

      ¡Un abrazo y gracias por leernos!

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